El verbo todavía va evolucionando en el rifirrafe de Twitter. Ya hemos incorporado el término ‘zasca‘ al diálogo diario. Con esta palabra, celebramos cuando cierto queda en evidencia. O creemos que queda en evidencia, pues a menudo el ‘zasca’ es humo que impide ver la existencia.
Aplaudir un error, festejar una contradicción al recuperar declaraciones antiguas (naturalizando el peliagudo pensamiento de que no se puede cambiar de opinión con los abriles) e incluso descontextulizar un suceso despojándolo de sus circunstancias… el simplista formato «vaya zasca» va normalizando el espectáculo del enfrentamiento. Como si fuera poco divertido. Como si fuera un extraño regocijo. Y así se va favoreciendo un adictivo clima de enfrentamiento constante que, incluso, se traslada al devenir del periodismo. Un artículo de divulgación en el que se destacan las virtudes de un logro, hallazgo o trayectoria profesional no interesa porque no es polémico. No tiene «zascas», sólo argumentos con su escalera de matices. Hasta puede que una coexistentes crecida en las vicisitudes del meme considere que es ‘peloteo’, acostumbrados a la bulla como único camino posible.
Y cuando se realiza una entrevista y no se rebate al entrevistado, desde las redes sociales, se juzga al periodista como que si hubiera ejercido mal su trabajo. «Blandengue, cómo no le has contradicho». De nuevo, el espectáculo del ‘zasca’ que puede hacer olvidar que el periodismo poco tiene que ver con brincar a la trinchera. Al contrario, es un examen basado en aportar perspectiva posteriormente de escuchar educadamente.
La buena entrevista es la que atiende hasta conseguir una radiografía del entrevistado sin polemizar con él. No es un debate cara a cara. Eso es otro índole. El entrevistador sagaz favorece ese clima que no necesita batallas dialécticas para que el invitado quede retratado en el ojo del espectador.
En la entrevista política, a menudo, sí es obligado incidir en un cifra o repreguntar para que el político no se escabulla. Pero en la conversación a cualquier otra personalidad hurgar no conduce a demasiado. Simplemente pone a la defensiva al invitado, creándose un clima hostil que impedirá que se deje transigir para aportar experiencias y argumentos inspiradores.
Pero en las redes sociales los argumentos no siempre importan. El retuit se alimenta con esa polémica que cada vez necesita más follón. El canibalismo del ‘zasca’ trae tales consecuencias. Toca designar entre estar informados y cuestionarnos aquello que sucede o aplaudir ‘zascas’ con los que cerciorarnos que siempre llevamos la razón.